Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo

 

Hay reacciones que brotan espontáneamente. Cuando un niño se lastima o le duele algo, enseguida busca a su mamá. La misma reacción surge ante una amenaza o situación de miedo. Ir a su regazo para sentir cobijo, ternura, consuelo, fortaleza, seguridad.

Es la madre la que sabe comprender, la que acompaña, cuida, da confianza y vuelve a poner en camino. No absorbe.

Con esta confianza y estos sentimientos en el corazón el jueves pasado fuimos al Santuario de la Virgen de Luján. ¿Quiénes? Los Obispos de la Argentina que esta semana estuvimos reunidos en la Asamblea de la Conferencia Episcopal.

A Ella, Patrona de nuestra Patria, quisimos llevarle el sufrimiento de los pobres, de los enfermos, de los descartados, de los que no tienen trabajo. Pensamos también en tantos adolescentes, jóvenes que están presos de la droga o alguna otra adicción. En el corazón llevamos a las familias que sufren violencia y división.

Ante la imagen bendita estuve rezando un rato, recordando y reviviendo imágenes, historias y rostros concretos que recogemos en las comunidades, en cada rincón de nuestros barrios y de los lugares más cercanos y más alejados. Todas esas experiencias de vidas rotas las puse en el corazón de María para que Ella los abrace y les haga sentir su ternura y su consuelo.

El vienes que viene, 17 de noviembre, estamos convocando a todas las comunidades de la Argentina para que en cada lugar se rece por la Patria, especialmente en estos momentos tan necesitados de la ayuda y el auxilio de Dios con el bendito propósito de que podamos vivir como hermanos. Recemos también por la paz en el mundo.

Esta semana que pasó hemos tenido una noticia que nos pone muy contentos. El anuncio de la próxima Beatificación del Cardenal Eduardo Francisco Pironio. Un hombre de Dios que tanto bien hizo a la Iglesia en la Argentina, en América Latina y el Caribe, y a nivel Universal, colaborando con los Papas San Pablo VI y San Juan Pablo II.

La ceremonia de la Beatificación será el sábado 16 de diciembre a las 11 de la mañana en el Santuario de Luján donde están enterrados sus restos. Él fue un hombre de un gran cariño a la Virgen de Luján y pidió ser sepultado allí.

Nació el 3 de diciembre de 1920 en 9 de Julio, provincia de Buenos Aires, Argentina, vigésimo segundo hijo de una familia católica que les transmitió la fe. En su juventud sintió la vocación de servir a la Iglesia. Entró en el Seminario de la Arquidiócesis de La Plata, provincia de Buenos Aires, y fue ordenado sacerdote el 5 de diciembre de 1943.

 

Como sacerdote desarrolló diversos servicios a la Iglesia: Rector del Seminario de Buenos Aires, asesor general de la Acción Católica Argentina. En 1964 fue nombrado obispo auxiliar de La Plata. Luego administrador apostólico de la Diócesis de Avellaneda y obispo diocesano de Mar del Plata en 1972. Fue Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) desde 1967 a 1972, y a partir de ese año elegido Presidente del mismo organismo. Fue Secretario en la II Conferencia General del Episcopado de América Latina en Medellín en 1968; su Documento Conclusivo marcó el perfil de la Iglesia en el Continente. Participó también de las Conferencias Generales en Puebla (1979) y en Santo Domingo (1992).

 

En esos años signados por la violencia en nuestra patria visitaba permanentemente en las cárceles a sacerdotes, religiosos y laicos, por lo cual fue amenazado de muerte en varias ocasiones.

 

En 1976 el Papa Pablo VI lo llamó a colaborar con él. En ese mismo año fue creado Cardenal Prefecto de la Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares. Sin embargo, amaba ser obispo diocesano. En un testimonio suyo nos abre el corazón en torno a la entrega total de la vida, “dar lo que somos o lo que hubiéramos querido ser y no pudimos. Dar aquella vida que hubiéramos querido llevar. En mi caso concreto yo siempre quise ser cura de campaña… y nunca fui cura, ni párroco. Me hubiera gustado haber continuado como obispo de mi diócesis. Yo tenía una comunidad que me costó mucho dejar. Tanto que pregunté al Papa Pablo VI: «¿Pero usted está seguro de que esta es la voluntad de Dios?, porque me cuesta mucho …». Dar la vida que hubiéramos querido vivir y no pudimos”.

En 1984 Juan Pablo II lo nombró presidente del Pontificio Consejo para Laicos. Al Cardenal Pironio se debe la organización de las Jornadas Mundiales de la Juventud fuera de Roma, siendo la primera en Buenos Aires en 1987. Durante sus tareas en el Vaticano recibía a gente de diversas vocaciones que se acercaban a él en busca de consejos y palabras de aliento. Varias veces acogió a Monseñor Óscar Romero en sus experiencias difíciles en la curia romana, haciéndole sentir su amistad y solidaridad.

La oración constante, la esperanza en la Palabra de Jesús y la devoción de la Virgen María le permitieron aceptar postergaciones y sufrimientos.

Una de sus enseñanzas nos viene muy bien en este tiempo: “Sean testigos de esperanza. No profetas de calamidades. Ciertamente que el momento que vivimos es difícil. Pero está lleno de la presencia del Señor Resucitado y de la potencia transformadora del Espíritu… No tengamos miedo. No contagiemos pesimismo o desaliento”.