Camino Sinodal

Líneas Pastorales

PRESENTACIÓN DE LAS LINEAS PASTORALES

 EJES PASTORALES

Los ejes nos permiten hacer la iglesia. No son temas elegidos por ser importantes o porque hayan sobresalido sobre otros. Los ejes nos permiten andar en la vida de la iglesia. Los tres ejes van juntos, se desarrollan al mismo tiempo. No se pue- de optar por uno, pero si dentro de cada eje podemos insistir sobre algún punto (línea) en particular, para fortalecernos y crecer mejor.

Nuestros ejes pastorales son:

  • Nuestro encuentro con Jesucristo Vivo
  • Nuestra Comunión diocesana y comunitaria
  • Una Iglesia cercana y misionera

En cada uno de los tres ejes pastorales, antes de pasar a las opciones surgi- das de la Asamblea Arquidiocesana del 2 de abril, consignamos algunas Certezas que tenemos, como así también Criterios pastorales y actitudes a tener en cuenta.

Las Certezas

Expresan nuestras convicciones más profundas. Brotan de la fe apoyada en la Palabra de Dios e iluminada por el Magisterio de la Iglesia.

Partimos de la certeza que las opciones elegidas no son simple decisión volunta- rista de un grupo de selectos, sino que surgen del discernimiento de una comuni- dad de fe, que comparte el camino evangelizador en la Arquidiócesis de San Juan de Cuyo.

Los criterios Pastorales y Actitudes

Nos indican el modo (estilo) de llevar adelante los compromisos asumidos.

Nos ayudan a valorar no sólo la meta a alcanzar, sino también el camino que va- mos recorriendo juntos.

Primer Eje

NUESTRO ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO

Tenemos la certeza del amor de Dios inquebrantable, manifestado en la entrega sin límites de Jesucristo. Nos dice San Pablo: “ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 20).

Una entrega que sigue siendo presencia permanente suya en nuestra vida: “iremos a él y habitaremos en él”. (Jn 14, 23).

En la fe no se trata de creer cosas; “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Per- sona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. (Benedicto XVI, Deus Caritas Est 1).

“¡Él vive! Hay que volver a recordarlo con frecuencia, porque corremos el riesgo de tomar a Jesucristo sólo como un buen ejemplo del pasado, como un recuerdo”. (CV 124).

Tenemos la certeza de su presencia real de Jesús en la Eucaristía que celebramos, que nos congrega y alimenta como familia suya. La celebración eucarística es “fuente y cumbre de toda la vida cristiana” (LG 11). El mismo Concilio Vaticano II nos dice además que Cristo “está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla” (SC 7)

Una de las cuestiones planteadas tiene relación con la necesidad de formación. Mi- sión principal de la formación es ayudar a los miembros de la Iglesia a encontrar- se siempre con Cristo, y, así reconocer, acoger, interiorizar y desarrollar la expe- riencia y los valores que constituyen la propia identidad y misión cristiana en el mundo. Por eso, la formación obedece a un proceso integral, es decir, que com- prende variadas dimensiones, todas armonizadas entre sí en unidad vital. En la base de estas dimensiones, está la fuerza del anuncio kerigmático. (DA 279)

Para ayudar en la implementación de las propuestas en este eje será importante:

 

Promover la animación bíblica de toda la acción pastoral.

Dejar que la Palabra nos ilumine en las reuniones de los grupos procurando superar la mala costumbre de hacer en el comienzo una oración rápida “para cumplir”.

Evitar el intimismo en el modo de vivir la fe. Promover el encuentro en la Palabra y la adoración Eucarística nos abra a vivir la fe y la misión con fervor y alegría.

Utilizar lenguajes cercanos a la vida de la gente.

Segundo Eje

NUESTRA COMUNIÓN DIOCESANA Y COMUNITARIA

La comunión en la Iglesia supera la dimensión sociológica para darnos vínculos fraternos. Jesús nos enseña con una alegoría hermosa el vínculo que tenemos con Él y entre noso- tros: “permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes… Yo soy la vid, ustedes los sarmientos” (Jn. 15 , 4-5).

Para crecer en comunión hace falta reconocer a todos como miembros de una misma familia. Como lo afirma Pablo, “ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de acti- vidades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común” (I Co 12, 4-7).

En el escuchar a todos, debemos hacerlo especialmente con los más débiles, los pobres, los enfermos. Nos dice también San Pablo “Más aún, los miembros del cuerpo que considera- mos más débiles también son necesarios,… Dios dispuso el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios” (1 Co 12,22-25)

Cada uno por el bautismo es corresponsable de la misión de toda la Iglesia. Francisco lo des- taca así: “En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santifi- cadora del Espíritu que impulsa a evangelizar”. (EG 119).

La sinodalidad implica caminar juntos, en espíritu de comunión. Es un modo de en- tender el caminar de la Iglesia en su vocación y misión.

Nos dice Francisco que “nos hace falta crear más espacios donde resuene la voz de los jóve- nes” (CV 38). Y señala que “se está creciendo en dos aspectos: la conciencia de que es toda la comunidad la que los evangeliza y la urgencia de que ellos tengan un protagonismo mayor en las propuestas pastorales.” Que sean “libres para encontrar caminos siempre nuevos con creatividad y audacia” (CV 202 – 203)

Para ayudar en la implementación de las propuestas de este eje será importante:

Fortalecer los organismos previstos para la práctica de la comunión, como son el Consejo Pastoral de la Parroquia y el Consejo de Asuntos Económicos.

Volver a leer las enseñanzas de San Juan Pablo II en Novo Millennio Ineunte, especialmente los números 43 y 45. Allí el Papa nos aclara el lugar que ocupa el diálogo y el modo de to- mar las decisiones.

Tener una actitud de escucha, especialmente hacia los pobres, los jóvenes, los que viven con angustia.

Promover una experiencia de camino y corresponsabilidad para crecer en sinodalidad. Escuchar a quien viene, y también salir al encuentro de los que no vienen, para escu-

char y compartir la fe.

Tercer Eje

UNA IGLESIA CERCANA Y MISIONERA

El mandato de Jesús “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt 28, 19) continúa hoy resonando en nosotros con una fuerza renovada. No es el invento de un Papa o de cuatro. Es un encargo que pertenece a nuestro ADN como Iglesia.

Es por un lado una vocación personal que nos viene del bautismo. San Pablo lo expresa así: anunciar el Evangelio “es para mí una necesidad imperiosa. ¡Pobre de mí si no predicara el Evangelio!” (I Cor 9, 16)

Como lo expresó San Pablo VI “evangelizar constituye, en efecto, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (EN 14). No decimos “la Iglesia tiene una misión, sino la misión tiene una Iglesia”.

“No se puede perseverar en una evangelización fervorosa si uno no sigue convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que igno- rar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo”. (EG 266). El discípulo misionero “Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera”. (EG 266).

“La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera”. (DA 370).“Nos enseña el Papa Fran- cisco: Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atrever- se a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”. (EG 20)

Francisco nos pide cuidarnos de “la tendencia de dar respuestas pre-confeccionadas y recetas preparadas, sin dejar que las preguntas de los jóvenes se planteen con su novedad y sin aceptar su provocación”. (CV 65)

Para ayudar en la implementación de las propuestas de este eje será importante:

 

Integrar a los jóvenes en las estructuras parroquiales. (Consejo Pastoral, Consejo de Asuntos Económicos). Tener la disposición de escucharlos y aprender de su realidad.

 

Cuidar a los jóvenes, que se sepan queridos y contenidos en los ambientes eclesiales.

 

Ir especialmente a las periferias geográficas y existenciales. Esto nos impulsa a no quedarnos con lo conocido y animarnos a lo nuevo, aunque sea desafiante y lo podamos ver como amenaza. Debemos desarrollar creatividad y magnanimidad.

 Llevar a los que están en las periferias un anuncio, la Buena Nueva: Cristo Vivo “vive en ellos”. Evangelizar es ayudarles a descubrirlo ya presente en sus familias, en sus valores y religiosi- dad, en sus anhelos y esperanzas; para lo cual necesitamos escucharlos.

Propuesta de Trabajo en Comunidad

A fin de continuar el camino pastoral diocesano, es necesario que cada comuni- dad (parroquial, pastoral, grupal) interiorice las líneas propuestas y se proponga pasos concretos a dar. Para ello les brindamos un esquema de trabajo comunita- rio:

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