Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo
¿Tenemos un sueño o es el sueño el que nos posee? Varias veces en la vida me hice esta pregunta. ¿Somos los verdaderos poseedores de nuestros sueños o nos dejamos llevar por ellos? En muchas ocasiones también nos reconocemos “herederos de un sueño” que no ha nacido con nosotros. Un sueño es como una semilla que contiene un potencial inmenso. Cuando es colocada en tierra fértil, la cuidamos y cultivamos, ese sueño puede crecer y dar frutos; y a la vez entregarnos nuevas semillas para volver a plantar.
La Universidad Católica de Cuyo está cumpliendo 70 años de su creación. Nació de un sueño personal que enseguida se hizo comunitario. Muy pronto el sueño se hizo proyecto a desplegar, creatividad a poner en marcha, decisiones a tomar ante encrucijadas. De este modo se logró abrazar a gran cantidad de personas brindando horizontes de sentido a sus vidas. Con corazón agradecido reconocemos su fecundidad en nuestra comunidad Regional.
Decía el Papa Francisco a Directivos de Universidades Católicas de América Latina y el Caribe: “Una universidad católica debe ser misionera, es decir, con las puertas hacia afuera, dado que la misión es la inspiración, el impulso, el esfuerzo y el premio de toda la Iglesia. Quizá la misión de la universidad es la de formar poetas sociales, hombres y mujeres que, aprendiendo bien la gramática y el vocabulario de la humanidad, tienen chispa, tienen el destello que permite imaginar lo inédito” (…) “Necesitamos mentes, corazones, manos a la altura del panorama de la realidad, no de la estrechez de las ideologías” (4 de mayo 2023). Qué expresiones tan desafiantes y alentadoras a la vez.
Los sueños no son efímeros ni frágiles como un castillo de naipes que se derrumba al primer viento. No debemos confundirlos con la simple ilusión ingenua o naif. El camino recorrido en estos 70 años nos muestra que los sueños, cuando se nutren con esfuerzo y dedicación, pueden convertirse en una realidad tangible.
Es necesario comprender la íntima vinculación que existe entre la búsqueda simultánea de la verdad, el bien y la belleza. “Una razón que quisiera despojarse de la belleza resultaría disminuida, como también una belleza privada de razón se reduciría a una máscara vacía e ilusoria”, o mera búsqueda de esteticismo (Benedicto XVI, Mensaje a las Academias Pontificias, 24 de noviembre 2008). La verdad y el bien sin la belleza se tornan poco atractivos, y dejan de mover el corazón. Nos sumergen en consideraciones tan asépticas como desapasionadas. No despiertan pasión que moviliza para construir un mundo nuevo, justo y solidario.
Los sueños tampoco no son simples aspiraciones personales. Pueden ser comunitarios, pertenecer a una época o a una sociedad. La Universidad Católica de Cuyo, como nuestra sociedad, ha atravesado diversas coyunturas, no siempre favorables. Pero ha perseverado sin ocultar la luz en tiempos de oscuridad, brindando educación y valores que han ayudado a nuestra sociedad a crecer y prosperar. El Papa nos pide que ante las crisis “seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras” (FT 6). En cada aula, pasillo, o lugar de prácticas, la mirada está puesta en el mundo al que debemos servir y transformar.
Hemos cosechado abundantes frutos a lo largo de estos 70 años, frutos que contienen semillas para el futuro. Cada graduado, cada avance en la investigación y cada contribución a la sociedad son simientes que nos desafían. Sigamos sembrando, cultivando y cosechando con confianza. Un gracias enorme a todos los que forman parte de este camino.
Nuestra Institución no solo se ha dedicado a impartir conocimiento, sino que ha abrazado la misión de promover la dignidad y el bienestar de las personas y de la sociedad en su conjunto. Tenemos la responsabilidad de seguir promoviendo la justicia social, la igualdad y la solidaridad en nuestro entorno. Educar en el cuidado del Planeta como casa común no es optativo, sino un deber para sobrevivir.
Quiero aprovechar para agradecer y saludar a los profesores y profesoras en su día.