Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo

Estamos terminando el año 2023. A nivel personal solemos hacer nuestros balances: Si logramos vencer algún vicio que nos habíamos propuesto dejar, o mejorar una relación desgastada, crecer laboralmente. Lamentablemente como sociedad hemos dado pasos atrás en la pobreza y la indigencia, que para unos resultó privación de gastos superfluos y para gran cantidad de población comer peor y menos, deterioro en condiciones sanitarias y educativas. Los más golpeados, niños y adolescentes.
A nivel global el drama de la guerra se ha extendido y arraigado. Llovido sobre mojado. Destrucción y muerte ante la inoperancia de los organismos mundiales y regionales, o los supuestos amigos dispuestos siempre a arrimar más leña al fuego. No faltan los buitres que hacen negocios fabricando y vendiendo armas sin importar fronteras éticas a las que no conocen ni les importa, simplemente no saben de qué se trata.
Al comenzar cada año el Papa nos convoca a la Jornada Mundial de la Paz, en esta ocasión con el lema “Inteligencia artificial y paz”. En su Mensaje Francisco comparte una rica reflexión acerca de los avances tecnológicos y el modo en que influyen en la vida cotidiana. Te invito a leer el mensaje completo disponible en internet.
Desde el inicio plantea una mirada positiva: “el progreso de la ciencia y de la técnica, en la medida en que contribuye a un mejor orden de la sociedad humana y a acrecentar la libertad y la comunión fraterna, lleva al perfeccionamiento del hombre y a la transformación del mundo”. Queda claro que la Iglesia no es tecnofóbica.
Sin embargo, dicho lo positivo también se señala que se “están poniendo en las manos del hombre una vasta gama de posibilidades, algunas de las cuales representan un riesgo para la supervivencia humana y un peligro para la casa común”. Francisco resume esta dicotomía en pocas palabras: “entusiasmantes oportunidades y graves riesgos”.
Por eso nos dice que debemos “reflexionar sobre el ‘sentido del límite’, un aspecto a menudo descuidado en la mentalidad actual, tecnocrática y eficientista, y sin embargo decisivo para el desarrollo personal y social. El ser humano, en efecto, mortal por definición, pensando en sobrepasar todo límite gracias a la técnica, corre el riesgo en la obsesión de querer controlarlo todo, de perder el control de sí mismo, y en la búsqueda de una libertad absoluta, de caer en la espiral de una dictadura tecnológica”. Repito esta frase contundente, el ser humano “corre el riesgo, en la obsesión de querer controlarlo todo, de perder el control de sí mismo”.
En el contexto internacional de guerras, el Papa nos insiste en que “no podemos eludir las graves cuestiones éticas vinculadas al sector de los armamentos. La posibilidad de conducir operaciones militares por medio de sistemas de control remoto ha llevado a una percepción menor de la devastación que estos han causado y de la responsabilidad en su uso, contribuyendo a un acercamiento aún más frío y distante a la inmensa tragedia de la guerra. La búsqueda de las tecnologías emergentes en el sector de los denominados ‘sistemas de armas autónomos letales’, incluido el uso bélico de la inteligencia artificial, es un gran motivo de preocupación ética”.
No debemos engañarnos, “los sistemas de armas autónomos no podrán ser nunca sujetos moralmente responsables. La exclusiva capacidad humana de juicio moral y de decisión ética es más que un complejo conjunto de algoritmos, y dicha capacidad no puede reducirse a la programación de una máquina que, aun siendo ‘inteligente’, no deja de ser siempre una máquina”.
Siendo realista nos dice que “tampoco podemos ignorar la posibilidad de que armas sofisticadas terminen en las manos equivocadas facilitando, por ejemplo, ataques terroristas o acciones dirigidas a desestabilizar instituciones de gobierno legítimas”.
Por eso concluye el Papa: “En resumen, realmente lo último que el mundo necesita es que las nuevas tecnologías contribuyan al injusto desarrollo del mercado y del comercio de las armas, promoviendo la locura de la guerra. Si lo hace así, no solo la inteligencia, sino el mismo corazón del hombre correrá el riesgo de volverse cada vez más ‘artificial’. Las aplicaciones técnicas más avanzadas no deben usarse para facilitar la resolución violenta de los conflictos, sino para pavimentar los caminos de la paz”. Una vez más quiero repetir una frase: “Si lo hace así, no solo la inteligencia, sino el mismo corazón del hombre correrá el riesgo de volverse cada vez más ‘artificial’”.
Expresa Francisco: “Mi oración al comienzo del nuevo año es que el rápido desarrollo de formas de inteligencia artificial no aumente las ya numerosas desigualdades e injusticias presentes en el mundo, sino que ayude a poner fin a las guerras y los conflictos, y a aliviar tantas formas de sufrimiento que afectan a la familia humana”.
Seamos constructores de paz en el cuidado de toda vida y de la casa común.