Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo

 

Nos dice Jesús: “Yo soy el pan vivo bajado del Cielo y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. 

Estamos celebrando en este fin de semana la Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Jesús, su presencia en medio de nosotros y la Palabra que proclamamos en las misas nos recuerda esta enseñanza de Jesús: Él, que se entrega como alimento. 

Y como alimento no solo para la vida personal, tuya mía, de nuestra fe, sino también para la vida del mundo, para que tengamos un mundo nuevo y una sociedad nueva, para que podamos de verdad, participando de una misma mesa y un mismo pan, construir una misma familia en la fe. 

La presencia real de Jesucristo en la Eucaristía nos muestra este deseo del Señor de querer quedarse en medio de nosotros, de no dejarnos solos y de que podamos realmente alimentados con Él movernos, ponernos en camino. 

La Eucaristía nos mueve al amor social, a los pobres. San Pablo manifestó su enojo y reprendió a los cristianos de Corinto porque “cuando se reúnen, lo que menos hacen es comer la Cena del Señor, porque apenas se sientan a la mesa, cada uno se apresura a comer su propia comida, y mientras uno pasa hambre, el otro se pone ebrio” (I Cor 11, 20-21). La comunión Eucarística no es completa si no hay comunión de bienes con los pobres. 

 

“A veces se corre el riesgo de confinar la Eucaristía a una dimensión vaga, lejana, quizá luminosa y perfumada de incienso, pero lejos de las situaciones difíciles de la vida cotidiana. En realidad, el Señor se toma en serio todas nuestras necesidades, empezando por las más elementales. Y quiere dar ejemplo a los discípulos diciendo: «Denles ustedes de comer», a esa gente que le había escuchado durante la jornada. Nuestra adoración eucarística encuentra su verificación cuando cuidamos del prójimo, como hace Jesús: en torno a nosotros hay hambre de comida, pero también de compañía, hay hambre de consuelo, de amistad, de buen humor, hay hambre de atención, hay hambre de ser evangelizados. Esto encontramos en el Pan eucarístico: la atención de Cristo a nuestras necesidades, y la invitación a hacer lo mismo hacia quien está a nuestro lado. Es necesario comer y dar de comer.” (Papa Francisco, Ángelus, 19 junio 2022)

Una canción que hace muchos años usamos para rezar en la Iglesia dice: “no podemos caminar / con hambre bajo el sol / danos siempre el mismo pan / tu cuerpo y sangre, Señor”. Este pan vivo bajado del cielo es el que nos alimenta, nos fortalece. Te invito entonces a que nos podamos acercar a la comunión, acercar a la oración, adorar a Jesús presente la Eucaristía.

Y acordate que este fin de semana somos llamados a compartir nuestros bienes en la colecta anual de Cáritas. Te aliento en tu generosidad. Quienes adoramos a Jesucristo en las especies eucarísticas tenemos también que cuidar su presencia concreta en los pobres que están cerca de nuestras vidas. 

Que el Señor te bendiga.