Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo (Argentina) y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)
Hay gente que tiene por costumbre llegar tarde. Cuando vamos a un casamiento es común que la novia llegue tarde. Cuando en un partido de futbol un defensor “llega tarde” a la pelota comete una infracción y puede lastimar al otro jugador. También solemos ver que unas cuantas personas llegan tarde a misa sin ningún motivo; cuando no el sacerdote. Y entre nuestros familiares y amigos encontramos a quienes suelen llegar tarde a todo, casi como por deporte. La impuntualidad es “no estar a punto”, pasarse de la hora, no llegar en el momento indicado.
¿Significa no valorar la actividad o las personas que esperan? No me animo a decirlo. Tal vez cada caso es distinto.
Puede ser la consecuencia de quedarse dormido, o estar disperso en tantas cosas que impiden calcular adecuadamente el paso del tiempo.
Más allá del sentido cronológico, en una dimensión existencial puede implicar no valorar la oportunidad. También “dejar para mañana lo que se puede hacer hoy”. No tomar decisiones y dejar que las cosas fluyan. La palabra que define esta actitud es “procrastinar”.
No querer resolver es propio de la inmadurez o el miedo. Aceptamos la libertad pero hasta ahí, sin compromiso.
Estamos ya en el cuarto domingo de la Cuaresma. Es importante aprovechar el tiempo; no llegar tarde. Tenemos que tomar opciones; no se trata de poner piloto automático hasta la Pascua. Hace falta ser proactivos. Aprovechar el llamado de Dios ahora.
Este es el tiempo de Dios.
Este 19 de marzo celebramos la solemnidad de San José, esposo de la Virgen María y Padre adoptivo de Jesús.
En él reconocemos a un varón cabal, íntegro. Varias escenas evangélicas lo pintan de cuerpo entero. Dios le habla en sueños y José obedece. No tiene todas las evidencias en claro, pero se juega acompañado por la gracia de Dios. Confía en esas señales que Dios le muestra aún en forma borrosa, pero que en su corazón resuenan a modo de interpelación e impulso audaz. No posterga las decisiones y compromete su libertad.
Un hombre de su pueblo, valorando la historia, con una firme esperanza en el cumplimiento de las promesas de la Salvación. Conocedor y practicante de su religión, el Evangelio nos lo muestra como varón piadoso acompañando a María y al Niño Jesús a las celebraciones en el Templo. Tanto a los 40 días del nacimiento para presentar al Primogénito, como en la Peregrinación con muchas familias vecinas a Jerusalén cuando Jesús tenía siete años de edad.
Fue migrante en la huida a Egipto ante la persecución de Herodes que buscaba al Niño para matarlo. Y allí partió José cuidando a su familia. Le tocó vivir en un país extranjero, sin vecinos de su pueblo ni amigos, sin conocidos. La dura experiencia que hoy atraviesan tantas familias desplazadas por razones étnicas, religiosas o políticas. Los que buscan escapar del hambre o los desastres naturales.
Hombre trabajador en la carpintería para ganar el sustento familiar. Tanto es así que a Jesús lo conocían por el oficio de José: “el hijo del carpintero”.
Es patrono de la Iglesia y por eso confiamos en que, así como cuidó a María y a Jesús, nos protege a todos nosotros.
Miremos a José y reconozcamos los varones en él un modelo a imitar. Miremos a José y pidamos que interceda por quienes sufren a causa de la paternidad. Por quienes tienen a sus hijos enfermos, presos, en la pobreza. Por quienes ven con dolor a sus hijos encadenados en el consumo de drogas, en el alcohol o el juego. Por quienes están impedidos de acercarse a sus hijos y abrazarlos. Por quienes lloran la muerte temprana y absurda.
Miremos a José.
El miércoles 22 de marzo se conmemora el Día Mundial del Agua, una oportunidad a nivel planetario para ser conscientes de la escasez del agua dulce. Aprovechemos para reflexionar respecto de la crisis que vivimos en nuestra Provincia y otros lugares de la Argentina.
El próximo viernes tendremos nuestra Asamblea Arquidiocesana, de la cual participarán representantes de las Parroquias, Movimientos, Áreas Pastorales. Las diversas vocaciones, carismas y ministerios del Pueblo de Dios. Podremos discernir cómo seguir caminando juntos como Iglesia. Nos unimos en la oración.