Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo

Cada vez que a mi tía Susana le dolía la rodilla llovía en pocas horas. Además, el servicio meteorológico solía adelantarse en el pronóstico. Eso nos permitía tomar las previsiones necesarias a la hora de salir. El pronóstico oficial podía fallar, pero la rodilla de la tía era infalible.

En este tiempo hay coincidencia entre los pronósticos científicos y cuantiosos síntomas que nos muestran una condición muy grave y delicada en el planeta. Hace apenas tres semanas se realizó el “II Simposio por el Cuidado de la Casa Común” en el que se insistió en la necesidad de reemplazar de modo urgente el uso de combustibles fósiles. El mensaje final nos alerta respecto de las amenazas y riesgos que estamos generando como humanidad.

Se trata de “sintonizar el latir del corazón humano, todavía ligado al ritmo del consumo voraz, frenético, depredador y destructivo, con aquel ritmo armonioso y hondo del latir del corazón de la creación a través del «Buen Vivir»”. Vamos desacompasados, como si en un mismo cuerpo de baile se danzara con melodías diferentes.

“El cambio climático y la pérdida de biodiversidad se afectan mutuamente y son las dos principales amenazas para la sostenibilidad de la vida en la Tierra.” Esta no es una afirmación tremendista y creéme que quisiera equivocarme. “El último ciclo de Informes sobre Cambio Climático de la ONU apunta a la reducción drástica de las emisiones de dióxido de carbono, a través del rápido abandono de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas).” Estos informes no son elaborados por activistas desenfrenados, sino por científicos en base a datos duros.

La preocupación no es de ahora. Lleva décadas de llamados de atención. El “Acuerdo de París” fue un acontecimiento clave. Se firmó el 12 de diciembre de 2015 y entró en vigencia el 4 de noviembre de 2016. Allí se estableció que el límite de aumento de la temperatura global estuviera por debajo de los 2°C, y mejor si fuera 1.5°C. Para ello es necesario poner fin al uso de combustibles fósiles. Sin embargo, “todavía se impulsan políticas que mantienen el mismo sistema de producción y consumo y la misma necesidad de energía, aumentándose la presión y la voracidad sobre minerales metálicos y especies forestales”.

Es necesario “cambiar los estilos de vida insostenibles y los modos de producción y consumo destructivos. Ampliar sin más la lógica mercantil a las energías renovables no es sostenible”.

El comunicado advierte que “no podemos seguir con una economía de maximización de la codicia a expensas de la hermana, nuestra madre Tierra, y de los pobres. Necesitamos una nueva relación de los seres humanos entre sí y con la naturaleza de manera que las energías renovables sean genuinamente una oportunidad para el desarrollo integral humano”.

El Papa Francisco, el jueves 21 de septiembre, recibió en audiencia en el Vaticano a 216 participantes en el encuentro de Rectores de universidades públicas y privadas de América Latina y el Caribe, promovido por la Red de Universidades para el Cuidado de la Casa Común (Ruc) y la Pontificia Comisión para América Latina sobre el tema «Organizando la esperanza».

En el momento de diálogo les dijo: “Hoy día la humanidad está enferma de este desuso, o mal uso de la naturaleza y tiene que retomar otra vez este camino de saber usar la naturaleza bien”.

También les indicó: “Ustedes tienen que formar a los chicos y a las chicas en los tres lenguajes humanos, el de la cabeza, el del corazón y el de las manos. De tal manera que aprendan a pensar lo que sienten y lo que hacen, a sentir lo que hacen y lo que piensan, y a hacer lo que sienten y lo que piensan”.

Durante ese Encuentro el Santo Padre confirmó que el 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, publicará la Exhortación Apostólica “Laudate Deum” (Alaben al Señor), actualizando la Encíclica Laudato si’. Estemos atentos.

 

Este fin de semana, muchos peregrinos caminaron hasta la casa de la Virgen de Luján. Llevaron sus dolores y sus alegrías; sus promesas y sus sueños. Madre querida: gracias por recibirnos siempre con la esperanza en las manos.