Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo (Argentina) y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)
Hace unos 15 años un sacerdote de otra diócesis me invitó a conocer la parroquia y bendecir un par de aulas nuevas. Se notaba el clima de alegría en la comunidad por el logro alcanzado. Era un barrio de gente trabajadora, y se podía apreciar la valoración del esfuerzo comunitario. Un par de años después me volvió a convocar para otra etapa de obras, esta vez en el Templo, pero ya no pude ir.
Al hablar telefónicamente para excusarme, le pregunté cómo habían logrado los recursos para la obra. Primero expresó su reconocimiento y gratitud a la comunidad, y enseguida me dijo “¡¡¡voy a hacer un monumento a la empanada y la torta frita!!!”.
Durante unos cuantos años todos los domingos a la tarde un grupo de voluntarios de la comunidad se turnaban para amasar, freír y vender torta frita para el matecito vespertino. Ya se había hecho un clásico del pueblo.
Además, una vez por mes tenían venta de empanadas, que también eran donadas y vendidas por miembros de la comunidad.
Sabían todos que los ladrillos, el cemento, la arena y los otros materiales de construcción tienen su costo. Tal vez conseguían un pequeño descuento. Pero todo había que realizarlo con esfuerzo.
Es una comunidad madura que pone en práctica “lo que es de todos debe ser asumido por todos”.
Ese esfuerzo y participación comprometida atraía la colaboración de la población y los vecinos para los diversos emprendimientos: aulas, salas de catequesis, los bancos del Templo, cambiar el vehículo necesario para visitar o atender a las comunidades más alejadas…
Este fin de semana lo estamos dedicando en las parroquias y capillas a pensar cómo sostenemos la misión de la Iglesia. Lo llamamos “Domingo del compartir”. ¿Cómo es tu participación? Te propongo tomar algún valor como referencia: el kilo de pan, el litro de nafta, el pasaje en colectivo… Elegí el valor que prefieras para ponderar cuál tu aporte mensual para la evangelización.
Todo tiene un costo. Un libro para catequesis, una Biblia, las hostias para la misa, la lavandina para limpiar, la boleta de la luz… como en una casa, o unas cuantas casas.
No se trata hoy de realizar una colecta más sino para crecer en conciencia de la responsabilidad (tuya y mía) que nos cabe a cada uno.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles leemos cómo las primeras comunidades cristianas unían oración, eucaristía, misión, compartir los bienes económicos. Nosotros tendemos a disociar la vida de la fe, y alejar el bolsillo o la tarjeta de la oración.
Es necesario preguntarse también en cada grupo, en el Consejo Pastoral, ¿cómo hacemos para sostener la misión de la Iglesia? En mi comunidad concreta. ¿Cómo se sostienen las comunidades más pobres en la diócesis? ¿Y en la Argentina? ¿Como se sostiene el Seminario?
El mandato de Jesús a la Iglesia, formada por todos los bautizados, es “Vayan y anuncien la Buena Noticia a todas las naciones”.
Te propongo buscar en Google “Programa FE”. Allí vas a encontrar diversas maneras de compartir, tanto puntuales como habituales.
Concientizar es generar conciencia, darse cuenta, caer en la cuenta de la realidad. La misión es de toda la Iglesia; su sostenimiento también.
Del viernes 21 hasta hoy domingo 23, se llevó a cabo en Bogotá el III Congreso Latinoamericano y Caribeño de Doctrina Social de la Iglesia. El Papa Francisco envió un mensaje en el que invitó “a reflexionar especialmente sobre la caridad, fuente de la que brotan todos los compromisos de la Doctrina Social de la Iglesia y motor de todas las acciones que procuran construir un mundo mejor”. Qué importante que nuestro Papa nos ponga por delante siempre el amor para los desafíos eclesiales que enfrentamos todos los días.
En este mismo Congreso estuvo presente y dio la conferencia inaugural el cardenal Michael Czerny, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano. Entre los muchos indicadores que desarrolló —y en profundidad— puso el acento en la sinodalidad y el rol del pueblo de Dios: “Obstaculizar y frustrar el proceso sinodal, tal vez domesticándolo en una versión light, es decir, reiterando la idea de que los laicos están llamados a ser ‘colaboradores’ y no ‘corresponsables’, sería como trasvasar vino nuevo en odres viejos (cf. Mc 2,22). Desde una óptica de perspectiva, ralentizar las reformas, con la esperanza de que disminuya el fervor o que cambien los vientos que soplan desde Roma, sería como poner la mano en el arado y mirar hacia atrás (cf. Lc 9,62). Por el contrario, para «promover la corresponsabilidad y participación efectiva de todos los fieles en la vida de las comunidades cristianas» (AP 368) es necesario favorecer y alentar el establecimiento de relaciones que se caracterizan por el amor fraterno. De fundamental importancia es el papel que desempeñan las Conferencias Episcopales a la hora de integrar mejor el ejercicio del sensus fidei de todo el Pueblo de Dios y ayudar a las Iglesias locales a superar los particularismos, acompañando aquellas realidades en las que resulta más difícil adquirir un estilo sinodal, y ayudarles a entender nuevamente la misión de la Iglesia como un deber de todos”.